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Convocatoria séptimo volumen

 

Historia Corta - El acompañante del Sr. M

El acompañante del Sr. M

Resumen: Un chico despierta exaltado en un escenario muy peculiar donde no posee conocimientos previos de su vida, y enfrentándose a la dura verdad de que está muerto; ahí, conoce a la misma ‘muerte’ reencarnada en una forma humana que viene a llevar a su alma al descanso, sin embargo, él tiene demasiadas dudas sobre todo como para aceparlo todo como si nada. Es entonces cuando se relata el viaje de un alma en pena junto al dios de la muerte, conociendo las reglas secretas que rigen mundo, sus dioses, y lo que hay más allá de la muerte pero un poco antes del ‘paraíso’, donde los espíritus sensibles todavía habitan en soledad y tristeza.
Palabras claves: Dioses, muerte, reencarnación, paraíso, soledad, espíritus, tristeza.

 A los que han perdido a alguien y descansan en el regazo de la muerte.
-S.J Abud Uribe.

Negro, borroso, vacío, indistinguible, solo eran unas cuantas palabras para describir el lugar donde había despertado Elliot, desorientado y con una sensación rara en su cuerpo, se sentía ligero, como si hubiera sido liberado de todo el dolor del mundo de golpe; y sin mencionar que por más que intentara recordar la razón de su estadía en ese sitio, no había nada más en su cerebro que humo, a duras penas recordaba su nombre y tenía que repetirlo una y otra vez para que no se esfumara de igual manera que todo. Literalmente.
Unas pisadas resonaron ligeramente en el recinto detrás de él, interrumpiendo su murmuración de inmediato al verlo. Se trataba de un joven de cabellera negra al igual que sus profundos ojos oscuros sin vida que le hacían competencia a su alrededor y contraste a su piel pálida casi enfermiza; se detuvo a una cierta distancia y se quedó ahí, mudo y observándolo por una –al menos para él ̶  prolongada cantidad de tiempo.
̶ Eh... ̶ Titubeó un poco, luego carraspeó en voz baja ̶  ¿Quién eres? 
Solo recibió silencio como respuesta, haciendo crecer su incomodidad. En lugar de una respuesta ‘normal’, el azabache solo estiro su mano hacia él, ¿Estaba esperando a que la estrechara? Elliot debía admitir que estuvo tentado en un principio a hacerlo, pero no era la clase de persona que iba por la vida estrechando manos de desconocidos mudos. Hizo una mueca y negó con la cabeza repetidamente rechazando su gesto. Era tan rara la situación, que su cabeza repetía las mismas preguntas e hipótesis tontas.  
̶ ¿Estoy muerto acaso?  ̶ Preguntó la más tonta para ir descartando opciones. En cuanto la pregunta salió de sus labios, le entró un miedo y un escalofrío casi indescriptible; y la reacción tan despreocupada y curiosa de aquel tipo que solo lo preocupó más.
̶ Que raro, la mayoría de las almas no se dan cuenta de que murieron…tal vez te deje mucho tiempo reflexionando… ̶ Musitó él en respuesta, ladeando la cabeza.
̶ Oh…ya veo  ̶ Dijo en compañía con una risa nerviosa. El miedo y la preocupación le abandonaron muy rápido y en seguida fue remplazada por curiosidad  ̶ Así se siente estar muerto eh…Entonces, si yo estoy muerto, ¿Tu eres ‘la muerte’, o alguna cosa así?
Nuevamente, un silencio lo volvió a cubrir, e insistió con la misma mirada vacía a que lo tomara de la mano, Elliot seguía negando con el ceño fruncido, tenía ahora nuevas preguntas e información que procesar,
Su contrario pareció cansado de insistirle que rechistó a la idea, bajó su brazo y se preparó para irse por donde vino. Su expresión carente de emoción parecía tenerle lastima, cosa que le molestó un poco más que el hecho de rendirse sin  hacer su trabajo e irse dejándolo ahí  sin ninguna respuesta o indicación. Y en su necedad, fue tras él, caminó por detrás en otro silencio al que ya iba acostumbrándose como algo normal. Nunca le puso alto la muerte a su decisión de seguirlo, solo camino con tranquilidad mientras el escenario pasaba a ser oscuro y desértico a transformarse en  un pasillo de hospital.
Las paredes blancas con dibujos enmarcados en las paredes para dar una impresión más amigable, y un fuerte olor a medicina o a los químicos bien cuidados para limpiar todo el lugar. Mientras Elliot admiraba el lugar, su mudo compañero entró a la habitación más cercana sin dudarlo, lo siguió de igual manera, viendo  a su alrededor a una pequeña niña agonizando que posiblemente no pasaba de los siete años y a su madre llorando en silencio por su pequeña; no pasó mucho para que la habitación se envolviera en un tono más fúnebre y opaco, la madre desapareció completamente y la niña estaba parada enfrente suyo mirando con una curiosidad visible  en sus enormes ojos cafés al Sr. Muerte.
̶ Señor… ¿Podría guiarme a la salida? ¡Tengo que regresar antes de que mi mamá se  preocupe!  ̶ Pidió jugando con el filo de su bata de hospital sin apartar su mirada de él.
̶ Seguro. Te llevaré en seguida  ̶ Acarició su cabeza calva, cosa que le arrancó una risilla a la menor; luego, le ofreció su mano e inocentemente ella la tomó creyendo que el mentiroso Sr, M  la llevaría con su madre. Desapareció.
O eso fue lo que pensó en un principio antes de ver levitando en su palma extendida una diminuta esfera que brillaba con un glamuroso fulgor dorado, cerró su mano atrapándola entre sus largos dedos pálidos y al abrirlos, no había nada.
̶ Megan, siete años, cáncer pulmonar. Tercera vez. ̶ Susurró para él mismo como hablando para una grabadora.
̶ ¿A dónde fue?  ̶ Preguntó con un nudo en la garganta.
̶ Reencarnará, no ahora pero lo hará en algún momento. Tiene una última oportunidad.
̶ ¿Última oportunidad? ¿Qué quieres decir con eso?
̶ Los humanos tienen cuatro reencarnaciones en diferentes años o épocas, luego de eso, el alma, esa esfera luminosa, se va al descanso eterno, una manera linda de decir que desaparece. ̶ Explicó reanudando su viaje. En ese rato, contempló el mismo proceso por lo menos como veinticinco veces en todo el hospital, no solo en el pabellón infantil y estaba seguro que no era el mismo hospital tampoco.
Y después de eso, sin descanso alguno, el espíritu fue testigo de tantos diagnósticos dados por la muerte: enfermedades, accidentes, asesinatos, suicidios, ataques; es ahí donde comprendió lo vulnerable que era el ser humano promedio, todo lo podía matar. Pero también fue testigo de las millones de almas que llegaban a la palma del Sr. M, tantos niños inocentes, adolescentes, y adultos histéricos, desorientados, furiosos o llorones, y ancianos resignados o preparados con toda la calma posible para irse; las almas todavía sentían aun después que abandonaban su cuerpo. Pero todos compartían algo, ninguno recordaba específicamente su vida, o muy poco o nada, las emociones seguían más los recuerdos.
̶ ¿Por qué no recordamos nada? Es…raro, Sr. M, algunas ni saben que murieron.
̶ Es más sencillo, si recordaran todo sería más doloroso para las almas partir dejando atrás a sus seres queridos o cosas por hacer. Nadie quisiera irse así, y yo no los puedo obligar al 100% a tomar mi mano.
̶ Nadie quiere irse pero continuas haciéndolo, ¿No te cansas? Eres el villano y el miedo para todos.
̶ Es mi trabajo, mi existencia misma fue creada como el final del ciclo para cualquier vida, humanos, animales o plantas. Ustedes mismos me crearon siendo el menor de los tres, soy la consecuencia de su pecado.
̶ Eso es duro, ¿Llevas haciéndolo desde el principio? ¿Cómo decides que persona debe morir? ¿Cómo eres el menor y quienes son los otros tres?
̶ Yo no decido quien muere o no.  ̶ Respondió como un leve suspiro resignado  ̶ Todo tiene un proceso. Desde el inicio de los tiempos, la primera en ser creada fue ‘la vida’, ella es la responsable de crear cada una de las almas, luego fue ‘el destino’, él es quien se encarga de lo que va a suceder con ellas, es alguien cruel y muy impredecible, le encanta jugar con ustedes, es cosa suya de quien muere y cuando lo hace. Y luego estoy yo, recojo las almas cuando llegan al final de su destino y las envió de nuevo a ‘vida’ a su próxima reencarnación si todavía le quedan oportunidades.
Ahí paro la plática, como siempre, el espíritu ya sabía que su acompañante no era alguien de muchas palabras por lo que poco que hablaban ̶ Que era para responder las muchas incógnitas que tenía ̶  era lo suficiente para romper ese silencio que ya había dejado de ser totalmente incómodo.
̶ Entonces… ¿Qué pasa con todos los fantasmas o entidades que espantan?  ̶ Preguntó a lo que el ceño fruncido del Sr. M fue su respuesta. Usualmente la expresión de la muerte era inexpresiva pero siempre fruncía las cejas con irritación cuando no se callaba o dejaba de preguntar.
̶ Son almas necias, llenas de odio hacia los que siguen vivos. En vez de tomar la oportunidad de reencarnar o descansar, prefieren vagar o convertirse en espíritus que hablan y hablan, preguntando cada cosa.
̶ Oye, entendí esa indirecta, ¿Acaso hiciste un chiste? ¿Quién habría adivinado que el Sr. M podía hacer bromas? ̶ Sonrió y el otro rodó los ojos y lo ignoró como de costumbre.
No negaría que había considerado nuevamente en tomar su mano, pero en seguida el miedo y la duda lo atacaban, ¿Y si era su última reencarnación? ¿Desaparecería sin más? ¿Dolerá? ¿Alguien lo recordaba en su vida pasada o fue simplemente olvidado? Prefería no pensar en nada de eso, se divertía acompañando al malhumorado y nada carismático Sr. M pero sabía que pronto tenía que retomar su lugar en el ciclo.
Y el trabajo de la muerte no era muy alegre, a menudo se cuestionaba de como seria la salud mental de alguien que ha pasado siglos entre muertos y si al Sr. M le afectaría, pues, no era humano…no estaba seguro de lo que era. De todas formas, era triste. Mas en los desastres naturales o atentadas; solo había presenciado una vez el paisaje de una guerra en lo que estaba con siguiéndolo.
Todos los edificios estaban destruidos o a punto de colapsar si todavía no lo habían hecho, los cuerpos apilados en un solo sitio, debajo de los escombros o en otras posiciones, era un panorama tan cruel que le cerró la garganta en un espantoso nudo pero al Sr. M no le inmutó en lo más mínimo, se posicionó en el centro de todo con brazos extendidos y manos abiertas. De repente, el lugar se opacó como de costumbre pero no aparecieron uno por uno, era imposible, en cambio, una cantidad incontable de almas en su forma primaria se elevaron en el aire tan luminosas como siempre. Se unieron en un enjambre tan brilloso que dolía verlo, e iban flotando directamente a las manos del azabache. El aire se llenó de murmullos y sollozos sobre lo injusto que eran las cosas, querían vivir, y algunas cuantas esferas se fueron por otros lados en un brillo enrojecido por la ira.
̶ Lo siento…no puedo hacer nada por ustedes…lo sé, es injusto…̶  Murmuró a medida que delgadas lagrimas escurrían de sus ojos aunque se secaban tan pronto como se deslizaban.
El espectáculo tan hermoso pero tan trágico cesó después de un rato, el espíritu talló sus ojos en vista de que de igual manera lloraría; la muerte acaba de romper por cuenta propia una de sus reglas de no poder llevarse a la fuerza totalmente las almas pero tampoco podía quedarse en un mismo lugar intentando convencer a una masa de almas de tomar su mano. Empezó a andar no después de mucho, se imaginó que ha de ser horrible para él, alguien que registraba los nombres, edades y causas de los muertos tener a cientos sin identificar bajo su manto, todos creyendo que serían olvidados por el mundo siendo un digito más en el periódico diario. Una vez más él no supo que habría en una mente del Sr. M.
Lo siguió en silencio, ¿Qué escenario seguiría que fuera más impactante que eso? El lugar era sombrío sin necesidad de que el Sr. M cruzara por ahí, entonces, lo reconoció, fue en ese mismo lugar donde había despertado hace mucho tiempo, y había tomado la decisión de seguirlo para resolver sus dudas.
 ̶ Ya es hora.  ̶ Anunció fúnebre.
̶ ¿Qué? ¡No! ¡Aún tengo demasiadas preguntas! ̶ Gritó exasperado.
̶ No puedes, ni siquiera recuerdas tu nombre. Posiblemente estás a un paso de ser un errante como los demás.
 ̶ ¡Si lo recuerdo! Es…es…̶ Tapó su rostro con un grito ahogado ̶ ¡¿Cómo me llamaba?!
̶ Sé cómo te sientes, por eso mismo de-
̶ ¡No lo sabes!  ̶ Interrumpió́ ̶ ¡No quiero desaparecer y ser olvidado! ¡No quiero morir!
̶ Pero tú ya estás muerto. ̶ Contraatacó sin perder la calma. Haciéndolo sentir vacío ̶ Debes seguir con tu ciclo, alma.
Un nudo en la garganta le impidió hablar, sollozaba en silencio imitando a todas esas almas que le tocó ver en sus últimos momentos.
̶ No quiero…por favor…
Y fue abrazado por la misma muerte, fue un gesto raro pero reconfortante, se notaba a lenguas que nunca lo había hecho.
- Lo hiciste bien mientras vivías, te aseguro que nunca serás olvidado por todas esas personas  ̶ Murmuró ̶ Lamento que tu primera vez en este mundo haya acabado así.
Se sentía más tranquilo que nunca. Las lágrimas salían despacio sin saber de si el motivo era del miedo, la tristeza o la calma o un conjunto de todo.
- Al menos me iré con una despedida especial, me supongo… ̶ Esbozó una muy sutil sonrisa algo descompuesta.
- Espero no verte en bastante tiempo.
La mano del Sr. M era delgada y fría pero a la vez transmitía tanta tranquilidad y calidez: no sintió nada de dolor.

- Eliot, diecisiete años, atentado en subterráneo. Primera vida.

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