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Resumen:
La afición por una
bebida lleva a un joven practicante de las artes amatorias orientales a pasar
un rato de vergüenza, evento que marcaría el inicio de su declive sexual.
Palabras clave: Erotismo, café, taoísmo, sexo, porno, amor
Yo adoro el café y
tengo fe en sus propiedades antioxidantes, creo que es una de las bebidas más
agradables al paladar, por lo menos a mi paladar. Después del whisky es mi
bebida preferida, intenso y con un poco de azúcar es como lo tomo. Casi
siempre son dos tazas por la mañana, acompañando un par de hot-cakes es lo ideal, pero en
realidad, yo diría, que es la base de todos mis desayunos. Puedo comer
cualquier cosa, huevos, un sándwich, algo más consistente como chilaquiles o
solo un pan dulce, pero eso sí, siempre debo tener un par de tazas de café, lo
más pronto posible y a una temperatura exacta: no muy caliente no muy frío.
Cuando uno vivé solo, procura siempre tener lo más indispensable en la
alacena, a veces falta el dinero, pero hay cosas de las que no se puede
prescindir: papel higiénico, jabón, pasta dental -ya sabes la limpieza es
buena- y procurando tener a la mano todos estos lujos no puedes
pretender también tener la mesa llena de alimentos así que el café es muy
importante, mientras lo tenga puedo resistir un día entero sin alimento o por
lo menos distraer al estómago en la mañana y ya después en la tarde ver que se
puede hacer con el capital restante, así es la vida del estudiante. Y bueno
nunca pensé que algo tan placentero para mí, me fuera a traer esta vergüenza,
te lo juro la ¡tragedia me persigue!, todo esto ha sido una mala racha, al
principio lo tome con bastante humor, pero ahora comienza a preocuparme, tal
vez yo no sirvo para estas cosas, lo he intentado ya muchas veces y simple y sencillamente
no puedo dejar de fallar.
Mi relación con las
mujeres es simple: o me aburren o me traen desquiciado. Cómo sea uno intenta
siempre hacer su mejor esfuerzo y no fallarle al género, la casta, ha todo eso
que lo hace a uno el eslabón fuerte -así me he vendido a mí mismo esto- , mi
padre siempre se jacto de ser un hombre monógamo, “hay que ser hombres de una
sola mujer”, me decía siempre que las mujeres se colaban entre la
plática y la guasa. También con más seriedad en el tono, hablaba de eso otro
que nosotros poseemos “es natural y no es algo que busques, no necesitas hacer
mucho esfuerzo”, facultad innata que presagia el éxito con las mujeres y que
me he dedicado a comprobar desde que inicie mi vida amorosa. No soy un hombre
que hable demasiado y en ocasiones soy bastante agresivo al expresarme, así
que mi “táctica” -si es que a no hacer absolutamente nada se le puede llamar
táctica- consiste en la elaboración de una fantasía corriente alrededor
de mi persona; el tipo serio, indiferente, ensimismado, misterioso y por lo
tanto interesante y cool. Bueno y
volviendo a lo del café, esta chica cayó dentro del truco, es realmente
preciosa y sexy, más sexy que bella, nada delicada, casi rayando en la
vulgaridad, pero en fin, ella cayó, se acercó a mí en aquel antro subterráneo
simulando bailar amistosamente y sin ninguna otra intención más que disfrutar
de la música y la sensación que esta ejerce en combinación con la cerveza.
Bueno, entonces me tomó y arrastró hasta un hueco que la multitud había dejado
para el baile, me moví como pude y ella daba vueltas, la melodía era
sensual -debo aclarar que yo nunca tuve intención alguna de escalar sus muros,
como dije, yo jamás hago nada- entonces iba ascendiendo esa sensación al
ritmos de los bongos y las trompetas, ella daba vueltas, yo me aferraba a su
talle con firmeza mientras giraba, terminó la canción y nos encontramos de
frente, agitada sonrío y su boca asalto mi boca, esa fue la primera vez.
El patrón se repitió
con cierta consistencia; nos encontrábamos en la bruma de aquel antro o en
otro bar, bebíamos hablando de cualquier cosa -jamás volvimos a bailar- y yo
no hacía nada, no demostraba intenciones románticas, no le escribía, no le
celaba cuando otros le coqueteaban y me hablaba de lo que le prometían, por el
contrario, le incitaba a preferir a otros y como resultado ella me besaba, en
cada ocasión con más deseo. Esta rutina duró varios meses, meses en los que yo
no hacía nada y en que dejé que creyera que era alguien a quien podía seducir
con facilidad, a su antojo y cuando ella lo necesitará; en que dejé, en
apariencia, el mando absoluto. Duró hasta que me propuso acostarnos y yo por
supuesto acepte.
Entonces era temprano,
antes de desayunar limpie el habitáculo arrendada, donde permanezco la mayor
parte del año escolar, intente que no pareciera la cueva de un ermitaño
moderno, es decir, coloqué todo más o menos en un orden lógico contrario al
habitual orden aleatorio que encargo a la gravedad. La vería después de una de
sus clases matutinas, esperaba su llamada al medio día así que me tomé mi
tiempo, necesitaba relajarme, no es que desconfiará de mí ni mucho menos, pero
esta señorita poseía cierta particularidad, de ella emanaba cierta energía
sexual; despertaba una sensación de corrupción; incitaba tanta seguridad y
desinhibición; era constantemente perseguida y abordada por otros, puntos para
el ego supongo. Bebí mis dos tazas de café con tranquilidad antes del baño y
otra después, estaba a punto de comer algo y el teléfono sonó. <<No llegó
el profesor ¿nos podemos ver ahora?>> Mi estómago gruñía, pero una mujer
terriblemente sensual estaba del otro lado de la bocina esperando a que fuera
por ella y la llevará a mi habitación. <<Es temprano, tardaré algunos
minutos>> No tardé mucho en llegar a la universidad, nos saludamos con
naturalidad y platicamos dúrate unos segundos, pregunté si deseaba almorzar
algo, le advertí que sólo había bebido café. No sé si a ella le impacientaba
la situación o si pretendía no caer en ninguna interpretación romántica, se
negó y tomamos un taxi que nos dejó frente al edificio en menos de diez
minutos, pareció algo más, yo me pregunto: ¿de qué es de lo que se habla antes
de una sesión maratónica? porque ese era el plan, zacearnos el uno del otro
sin ninguna otra intención. Mi estómago gruñía, pero el café me había puesto
lo suficientemente alerta, talvez demasiado, al punto de la ansiedad. Subimos
hasta el último piso aún sin decir nada más que una o dos locuciones para
direccionarnos, la tensión sexual, supongo. Mi boca salivaba al sentir el
golpe dulce que le bañaba, a mí los perfumes me parecen horribles, algo
deshonestos, también el maquillaje excesivo, pero supongo que cumplen la misma
función que mi silencio. Ella no tenía ese otro problema y el perfume meloso
no me lo pareció tanto al estar diluido en su hedor natural. Bueno entonces yo
estaba muy mal, sí, excitado y alerta por el café y es que ella parecía muy
despreocupada subiendo las estrechas escaleras frente a mí como si fuese un
lugar común para ella. Abrí, saltó hacia la cama, se incorporó y comenzó a
inspeccionar. <<No esta tan mal, he visto lugares peores>>
¿Cuántos lugares? ¿Cuántas situaciones similares? Y el nervio se acrecentó
dentro y el silencio se hizo espeso, mas no incómodo. Del otro lado de la ventana
el guardián verde se agitaba leve, jugaba con la luz primaveral. Me senté a
que me diera la luz y la sombra. << ¿Qué quieres escuchar?>>
pregunte <<Lo que sea>> contesto, antes de hablarme de una banda
rara. El sonido al descorchar la cerveza -erróneamente compramos cerveza en el
minisúper de la planta baja- y los altavoces entonando el beat de una caja de ritmo pusieron en marcha su cuerpo, activaron
el instinto de supervivencia, yo me quede allí junto a la sombra y la luz, yo
no haría nada, nada más que mirar con atención y escuchar lo que saliera de su
boca; obscenidad, vulgaridad, incoherencia. Era lista debo admitirlo, y yo no
haría nada, permanecería allí viviendo el momento. Ella debía iniciar la
vanguardia, me dije. Aunque en realidad no me moví porque con tanto que me
agrada el café me olvido siempre de las propiedades diuréticas de las
infusiones. No moví un musculo porque decidí no interrumpir su avance y cortar
de un tajo frío la tensión y el deseo que mi inactividad le producía. Me quedé
allí y dije algo que ahora mismo no recuerdo, replica a su verborrea, usando
una retórica oscura y lasciva que ella entendió bien.
Tras mis palabras posé
mis ojos sobre sus ojos y se impulsó sobre la cama hacia mí con decisión,
pronto nos desnudamos, saltaron las prendas de forma torpe, rápida, frenética.
Entonces bueno… esto es difícil, para explicar esta parte debo decir algo
primero. Yo me he esforzado por ser un buen amante y aunque decirlo es un acto
desmesurado de sinceridad más que de presunción, la verdad es que lo he
logrado en exitosas y muy gratificantes ocasiones. “Coges rico”, me han dicho
con un destello en la mirada; “que lindo fuiste”, como si fuera algo extraño,
atípico hoy en día; “me has enseñado a ser amada”, ese es mi preferido y me
llena de orgullo. Todo esto me hace pensar en la decadencia del amor en
nuestro tiempo… pero bueno volviendo al desastre: me agrada tomarme mi tiempo,
replicando la misma retórica oscura del lenguaje en los cuerpos; deambular en
silencio por los muslos, hundir la nariz e inhalar, frotar la cara, lamer dos
o tres cavidades inexploradas por el porno, así como utilizar el ritmo
correcto, no hay ingenio en meterla y ladearla de aquí para allá como un
perro. De la sabiduría antigua he aprendido la importancia de conservar los
fluidos vitales, que el placer no proviene de la eyaculación y que una mujer
debe estar satisfecha antes de siquiera pensar en derramar una gota. De mi
propia experiencia, el sentir cada cosa que pasa en mi cuerpo, recoger cada
sensación en el pecho, como si en él existiera un recipiente donde el placer
se acumula en forma de un gruñido y contenerlo tanto como sea posible, así mi
mente no comete el error de pensar que el éxtasis proviene solo del
pene. Todo esto funciona cuando la otra parte desea ser guiada, pero ella no
lo quería.
La alcé y recosté sobre
la cama para que supiera que yo guiaría; torció el rostro extrañada, eso me
desconcertó, tal vez también esperaba que siguiera sin hacer nada. Proseguí la
exploración meticulosa que le pareció aún más extraña dejándome ver su
expresión de tedio; me arrastro a su boca y en un movimiento hábil –hay que
reconocerlo- se colocó sobre mí abrazándome tras un gemido breve e iniciando
el movimiento pendular y frenético, típica coreografía femenina en el porno,
con todo y sus sonidos. Por un momento me vino a la mente Adán en el edén,
retozando con la mujer que hubo antes que la primera. Entonces comprendí que
yo no la había atraído a mi cubil, sino que fui guiado, ella estaba allí para
tomarme, para cogerme y fue cómodo y excitante verla tomar el control.
Los minutos pasaron y me dejé llevar por lo prohibido para mí, los lugares
comunes, me hizo sentir cómodo y la comodidad es peligrosa: gimió, gritó, hizo
temblar la habitación mientras yo estropeaba sus nalgas a palmadas y oprimía
su cuello con la diestra y le abofeteaba con la otra -petición suya, qué no
negaré, me pareció interesante- y no paró hasta que por el sudor nos
resbalábamos uno del otro. Entonces fue cuando descubrí que estaba allí para
dejar marca sobre mí, para traspasar el hermetismo por medio de la carne. No
me sorprendió que esperara eso, acaso no es lo que se espera del hombre común.
El punto es que ella continuó con sus esfuerzos y yo estaba un tanto alterado
por el gruñir del estómago repleto de café y cerveza.
Lo que viene es
grotesco y vulgar para algunos y para otros tal vez no. Pasó su lengua por la
base hasta la punta del tronco y comenzó la placentera succión. Aspiró hondo,
sorbió la abundante saliva tras unos segundos y empuñando, sin parar el
movimiento de muñeca, me dijo con gran emoción << ¡Termina ya! >>
Y bueno, lo reconozco; me alago su empeño en la labor por terminar la
coreografía como en el último minuto y medio de una porno; quise sentir el
espasmo y el alivio con ella de rodillas en esa sumisión falsa y
condescendiente, pero no, el pecho nunca se me inflamo, nunca quise gritar
dejando la vida, bueno sí quería pero no sucedía. << ¡Termina ya!
>>, Me decía, parecía impaciente, casi frustrada. Supuse que se trataba
de mi entrenamiento taoísta y mi resistencia a perder energía, combustible,
vitalidad. Me miró hacia arriba y preguntó << ¿No vas a terminar, no
quieres?>> con una expresión de fracaso que me conmovió: no podría
enloquecerme como a otros, no quedaría prendado de ella después de este
encuentro, como años después me lo hizo saber “quemó todas sus naves” y no
logró su cometido. Pero volviendo a la vergüenza, decidí darle todo el control
y abandonar mi cruzada por la satisfacción femenina, porque a pesar de ese largo
rato, de los gritos, nunca sentí que yo le hubiera brindado placer.
<<Claro que quiero >> le dije y le bese, ella continuó su labor
con más determinación. Me tiré sobre la cama y hundí mis dedos en su cabellera
teñida, su perfume broto, y concentre todas mis energías en mi parte inferior,
ya no en el pecho, ya no en la creencia de un recipiente interior, sino en la
simple carne, en una verga nada especial. Finalmente sucedió, me vine,
termine, me derrame sobre su lengua como ella deseaba… mas algo no era normal,
la sensación y el flujo no eran lo común. Esto que te cuento me causa gran
vergüenza. Sí, la orina se desbordo de su boca que abrió para aspirar un poco
de aire, se ahogaba; y el líquido no paraba de fluir de mí a pesar de mis
esfuerzos. Sorpresivamente ella no se quejó, dirigió el chorro hacia su
persona, su cara, su boca y fingió disfrutar o lo hizo. Cuando seso se levantó
tranquila, yo pensé vomitaría sobre mí, me golpearía o gritaría, pero solo se
me acerco, me beso y transfirió un poco de ese líquido amarillo, lo trague sin
dificultar, no esperaba menos de mí mismo. <<Sabe a café >> dijo,
se sonrío, nos limpiamos como pudimos, acordamos que fue un accidente y nos
reímos.
Después de ese
encuentro lo hicimos muchas veces, no sé cuántas, lo de la orina no se volvió
a repetir, tampoco mis intentos por tener el control, dejé que ella intentará
llegar a mí a su manera, yo no hice nada y aún peor no dije nada. Fracasé, fui
como todos los demás tratándola como si no me interesará su placer, como si
ella estuviera allí para hacer todo lo que a mi perversión se le
ocurriera y creo que en un punto así fue. Y ahora que te lo cuento, creo que
lo que en verdad me da vergüenza es que nunca le di un orgasmo, me hice un
poco a su forma y eso ha dejado secuelas en mí, hubo un tiempo que busque
satisfacción en el dolor, el peligro, investigue sobre actos extraños y desee
practicarlos, me preocupó el tamaño, la forma, es horrendo. He tenido que
volver a iniciar mi entrenamiento, pero el desastre me persigue, siempre que
tengo a una mujer término pidiendo que me practiquen lo mismo que ella.
Como lo dictamina la
norma general, nada perdura, todo es impermanente y lo que le daba energía a
lo que fuera que teníamos se terminó; nunca dejamos de jugar el juego de la
provocación: yo el silencio, ella la vulgar franqueza, yo la inactividad, ella
el abordaje directo. Éramos incompatibles en el rito y en el acto. Ella
encontró a alguien y yo, por supuesto, sigo sin hacer nada, comprobando el don
ad initio, pero esta vez con una
misión: librar al mundo de mal amadas y mal amantes como yo.
Ah, y por eso he dejado
el café.
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