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Convocatoria séptimo volumen

 

Historia Corta - Sorbos de café

Resumen:
La afición por una bebida lleva a un joven practicante de las artes amatorias orientales a pasar un rato de vergüenza, evento que marcaría el inicio de su declive sexual.
Palabras clave: Erotismo, café, taoísmo, sexo, porno, amor

Yo adoro el café y tengo fe en sus propiedades antioxidantes, creo que es una de las bebidas más agradables al paladar, por lo menos a mi paladar. Después del whisky es mi bebida preferida, intenso y con un poco de azúcar es como lo tomo. Casi siempre son dos tazas por la mañana, acompañando un par de hot-cakes es lo ideal, pero en realidad, yo diría, que es la base de todos mis desayunos. Puedo comer cualquier cosa, huevos, un sándwich, algo más consistente como chilaquiles o solo un pan dulce, pero eso sí, siempre debo tener un par de tazas de café, lo más pronto posible y a una temperatura exacta: no muy caliente no muy frío. Cuando uno vivé solo, procura siempre tener lo más indispensable en la alacena, a veces falta el dinero, pero hay cosas de las que no se puede prescindir: papel higiénico, jabón, pasta dental -ya sabes la limpieza es buena-  y procurando tener a la mano todos estos lujos no puedes pretender también tener la mesa llena de alimentos así que el café es muy importante, mientras lo tenga puedo resistir un día entero sin alimento o por lo menos distraer al estómago en la mañana y ya después en la tarde ver que se puede hacer con el capital restante, así es la vida del estudiante. Y bueno nunca pensé que algo tan placentero para mí, me fuera a traer esta vergüenza, te lo juro la ¡tragedia me persigue!, todo esto ha sido una mala racha, al principio lo tome con bastante humor, pero ahora comienza a preocuparme, tal vez yo no sirvo para estas cosas, lo he intentado ya muchas veces y simple y sencillamente no puedo dejar de fallar. 
Mi relación con las mujeres es simple: o me aburren o me traen desquiciado. Cómo sea uno intenta siempre hacer su mejor esfuerzo y no fallarle al género, la casta, ha todo eso que lo hace a uno el eslabón fuerte -así me he vendido a mí mismo esto- , mi padre siempre se jacto de ser un hombre monógamo, “hay que ser hombres de una sola mujer”,  me decía siempre que las mujeres se colaban entre la plática y la guasa. También con más seriedad en el tono, hablaba de eso otro que nosotros poseemos “es natural y no es algo que busques, no necesitas hacer mucho esfuerzo”, facultad innata que presagia el éxito con las mujeres y que me he dedicado a comprobar desde que inicie mi vida amorosa. No soy un hombre que hable demasiado y en ocasiones soy bastante agresivo al expresarme, así que mi “táctica” -si es que a no hacer absolutamente nada se le puede llamar táctica-   consiste en la elaboración de una fantasía corriente alrededor de mi persona; el tipo serio, indiferente, ensimismado, misterioso y por lo tanto interesante y cool. Bueno y volviendo a lo del café, esta chica cayó dentro del truco, es realmente preciosa y sexy, más sexy que bella, nada delicada, casi rayando en la vulgaridad, pero en fin, ella cayó, se acercó a mí en aquel antro subterráneo simulando bailar amistosamente y sin ninguna otra intención más que disfrutar de la música y la sensación que esta ejerce en combinación con la cerveza. Bueno, entonces me tomó y arrastró hasta un hueco que la multitud había dejado para el baile, me moví como pude y ella daba vueltas, la melodía era  sensual -debo aclarar que yo nunca tuve intención alguna de escalar sus muros, como dije, yo jamás hago nada- entonces iba ascendiendo esa sensación al ritmos de los bongos y las trompetas, ella daba vueltas, yo me aferraba a su talle con firmeza mientras giraba, terminó la canción y nos encontramos de frente, agitada sonrío y su boca asalto mi boca, esa fue la primera vez.
El patrón se repitió con cierta consistencia; nos encontrábamos en la bruma de aquel antro o en otro bar, bebíamos hablando de cualquier cosa -jamás volvimos a bailar- y yo no hacía nada, no demostraba intenciones románticas, no le escribía, no le celaba cuando otros le coqueteaban y me hablaba de lo que le prometían, por el contrario, le incitaba a preferir a otros y como resultado ella me besaba, en cada ocasión con más deseo. Esta rutina duró varios meses, meses en los que yo no hacía nada y en que dejé que creyera que era alguien a quien podía seducir con facilidad, a su antojo y cuando ella lo necesitará; en que dejé, en apariencia, el mando absoluto. Duró hasta que me propuso acostarnos y yo por supuesto acepte. 
Entonces era temprano, antes de desayunar limpie el habitáculo arrendada, donde permanezco la mayor parte del año escolar, intente que no pareciera la cueva de un ermitaño moderno, es decir, coloqué todo más o menos en un orden lógico contrario al habitual orden aleatorio que encargo a la gravedad. La vería después de una de sus clases matutinas, esperaba su llamada al medio día así que me tomé mi tiempo, necesitaba relajarme, no es que desconfiará de mí ni mucho menos, pero esta señorita poseía cierta particularidad, de ella emanaba cierta energía sexual; despertaba una sensación de corrupción; incitaba tanta seguridad y desinhibición; era constantemente perseguida y abordada por otros, puntos para el ego supongo. Bebí mis dos tazas de café con tranquilidad antes del baño y otra después, estaba a punto de comer algo y el teléfono sonó. <<No llegó el profesor ¿nos podemos ver ahora?>> Mi estómago gruñía, pero una mujer terriblemente sensual estaba del otro lado de la bocina esperando a que fuera por ella y la llevará a mi habitación. <<Es temprano, tardaré algunos minutos>> No tardé mucho en llegar a la universidad, nos saludamos con naturalidad y platicamos dúrate unos segundos, pregunté si deseaba almorzar algo, le advertí que sólo había bebido café. No sé si a ella le impacientaba la situación o si pretendía no caer en ninguna interpretación romántica, se negó y tomamos un taxi que nos dejó frente al edificio en menos de diez minutos, pareció algo más, yo me pregunto: ¿de qué es de lo que se habla antes de una sesión maratónica? porque ese era el plan, zacearnos el uno del otro sin ninguna otra intención. Mi estómago gruñía, pero el café me había puesto lo suficientemente alerta, talvez demasiado, al punto de la ansiedad. Subimos hasta el último piso aún sin decir nada más que una o dos locuciones para direccionarnos, la tensión sexual, supongo. Mi boca salivaba al sentir el golpe dulce que le bañaba, a mí los perfumes me parecen horribles, algo deshonestos, también el maquillaje excesivo, pero supongo que cumplen la misma función que mi silencio. Ella no tenía ese otro problema y el perfume meloso no me lo pareció tanto al estar diluido en su hedor natural. Bueno entonces yo estaba muy mal, sí, excitado y alerta por el café y es que ella parecía muy despreocupada subiendo las estrechas escaleras frente a mí como si fuese un lugar común para ella. Abrí, saltó hacia la cama, se incorporó y comenzó a inspeccionar. <<No esta tan mal, he visto lugares peores>> ¿Cuántos lugares? ¿Cuántas situaciones similares? Y el nervio se acrecentó dentro y el silencio se hizo espeso, mas no incómodo. Del otro lado de la ventana el guardián verde se agitaba leve, jugaba con la luz primaveral. Me senté a que me diera la luz y la sombra. << ¿Qué quieres escuchar?>> pregunte <<Lo que sea>> contesto, antes de hablarme de una banda rara. El sonido al descorchar la cerveza -erróneamente compramos cerveza en el minisúper de la planta baja- y los altavoces entonando el beat de una caja de ritmo pusieron en marcha su cuerpo, activaron el instinto de supervivencia, yo me quede allí junto a la sombra y la luz, yo no haría nada, nada más que mirar con atención y escuchar lo que saliera de su boca; obscenidad, vulgaridad, incoherencia. Era lista debo admitirlo, y yo no haría nada, permanecería allí viviendo el momento. Ella debía iniciar la vanguardia, me dije. Aunque en realidad no me moví porque con tanto que me agrada el café me olvido siempre de las propiedades diuréticas de las infusiones. No moví un musculo porque decidí no interrumpir su avance y cortar de un tajo frío la tensión y el deseo que mi inactividad le producía. Me quedé allí y dije algo que ahora mismo no recuerdo, replica a su verborrea, usando una retórica oscura y lasciva que ella entendió bien. 
Tras mis palabras posé mis ojos sobre sus ojos y se impulsó sobre la cama hacia mí con decisión, pronto nos desnudamos, saltaron las prendas de forma torpe, rápida, frenética. Entonces bueno… esto es difícil, para explicar esta parte debo decir algo primero. Yo me he esforzado por ser un buen amante y aunque decirlo es un acto desmesurado de sinceridad más que de presunción, la verdad es que lo he logrado en exitosas y muy gratificantes ocasiones. “Coges rico”, me han dicho con un destello en la mirada; “que lindo fuiste”, como si fuera algo extraño, atípico hoy en día; “me has enseñado a ser amada”, ese es mi preferido y me llena de orgullo. Todo esto me hace pensar en la decadencia del amor en nuestro tiempo… pero bueno volviendo al desastre: me agrada tomarme mi tiempo, replicando la misma retórica oscura del lenguaje en los cuerpos; deambular en silencio por los muslos, hundir la nariz e inhalar, frotar la cara, lamer dos o tres cavidades inexploradas por el porno, así como utilizar el ritmo correcto, no hay ingenio en meterla y ladearla de aquí para allá como un perro. De la sabiduría antigua he aprendido la importancia de conservar los fluidos vitales, que el placer no proviene de la eyaculación y que una mujer debe estar satisfecha antes de siquiera pensar en derramar una gota. De mi propia experiencia, el sentir cada cosa que pasa en mi cuerpo, recoger cada sensación en el pecho, como si en él existiera un recipiente donde el placer se acumula en forma de un gruñido y contenerlo tanto como sea posible, así mi mente no comete el error de pensar que el éxtasis  proviene solo del pene. Todo esto funciona cuando la otra parte desea ser guiada, pero ella no lo quería. 
La alcé y recosté sobre la cama para que supiera que yo guiaría; torció el rostro extrañada, eso me desconcertó, tal vez también esperaba que siguiera sin hacer nada. Proseguí la exploración meticulosa que le pareció aún más extraña dejándome ver su expresión de tedio; me arrastro a su boca y en un movimiento hábil –hay que reconocerlo- se colocó sobre mí abrazándome tras un gemido breve e iniciando el movimiento pendular y frenético, típica coreografía femenina en el porno, con todo y sus sonidos. Por un momento me vino a la mente Adán en el edén, retozando con la mujer que hubo antes que la primera. Entonces comprendí que yo no la había atraído a mi cubil, sino que fui guiado, ella estaba allí para tomarme, para cogerme y fue cómodo y excitante verla tomar el control.  Los minutos pasaron y me dejé llevar por lo prohibido para mí, los lugares comunes, me hizo sentir cómodo y la comodidad es peligrosa: gimió, gritó, hizo temblar la habitación mientras yo estropeaba sus nalgas a palmadas y oprimía su cuello con la diestra y le abofeteaba con la otra -petición suya, qué no negaré, me pareció interesante- y no paró hasta que por el sudor nos resbalábamos uno del otro. Entonces fue cuando descubrí que estaba allí para dejar marca sobre mí, para traspasar el hermetismo por medio de la carne. No me sorprendió que esperara eso, acaso no es lo que se espera del hombre común. El punto es que ella continuó con sus esfuerzos y yo estaba un tanto alterado por el gruñir del estómago repleto de café y cerveza. 
Lo que viene es grotesco y vulgar para algunos y para otros tal vez no. Pasó su lengua por la base hasta la punta del tronco y comenzó la placentera succión. Aspiró hondo, sorbió la abundante saliva tras unos segundos y empuñando, sin parar el movimiento de muñeca, me dijo con gran emoción << ¡Termina ya! >> Y bueno, lo reconozco; me alago su empeño en la labor por terminar la coreografía como en el último minuto y medio de una porno; quise sentir el espasmo y el alivio con ella de rodillas en esa sumisión falsa y condescendiente, pero no, el pecho nunca se me inflamo, nunca quise gritar dejando la vida, bueno sí quería pero no sucedía. << ¡Termina ya! >>, Me decía, parecía impaciente, casi frustrada. Supuse que se trataba de mi entrenamiento taoísta y mi resistencia a perder energía, combustible, vitalidad. Me miró hacia arriba y preguntó << ¿No vas a terminar, no quieres?>> con una expresión de fracaso que me conmovió: no podría enloquecerme como a otros, no quedaría prendado de ella después de este encuentro, como años después me lo hizo saber “quemó todas sus naves” y no logró su cometido. Pero volviendo a la vergüenza, decidí darle todo el control y abandonar mi cruzada por la satisfacción femenina, porque a pesar de ese largo rato, de los gritos, nunca sentí que yo le hubiera brindado placer. <<Claro que quiero >> le dije y le bese, ella continuó su labor con más determinación. Me tiré sobre la cama y hundí mis dedos en su cabellera teñida, su perfume broto, y concentre todas mis energías en mi parte inferior, ya no en el pecho, ya no en la creencia de un recipiente interior, sino en la simple carne, en una verga nada especial. Finalmente sucedió, me vine, termine, me derrame sobre su lengua como ella deseaba… mas algo no era normal, la sensación y el flujo no eran lo común. Esto que te cuento me causa gran vergüenza. Sí, la orina se desbordo de su boca que abrió para aspirar un poco de aire, se ahogaba; y el líquido no paraba de fluir de mí a pesar de mis esfuerzos. Sorpresivamente ella no se quejó, dirigió el chorro hacia su persona, su cara, su boca y fingió disfrutar o lo hizo. Cuando seso se levantó tranquila, yo pensé vomitaría sobre mí, me golpearía o gritaría, pero solo se me acerco, me beso y transfirió un poco de ese líquido amarillo, lo trague sin dificultar, no esperaba menos de mí mismo. <<Sabe a café >> dijo, se sonrío, nos limpiamos como pudimos, acordamos que fue un accidente y nos reímos.
Después de ese encuentro lo hicimos muchas veces, no sé cuántas, lo de la orina no se volvió a repetir, tampoco mis intentos por tener el control, dejé que ella intentará llegar a mí a su manera, yo no hice nada y aún peor no dije nada. Fracasé, fui como todos los demás tratándola como si no me interesará su placer, como si ella estuviera allí  para hacer todo lo que a mi perversión se le ocurriera y creo que en un punto así fue. Y ahora que te lo cuento, creo que lo que en verdad me da vergüenza es que nunca le di un orgasmo, me hice un poco a su forma y eso ha dejado secuelas en mí, hubo un tiempo que busque satisfacción en el dolor, el peligro, investigue sobre actos extraños y desee practicarlos, me preocupó el tamaño, la forma, es horrendo. He tenido que volver a iniciar mi entrenamiento, pero el desastre me persigue, siempre que tengo a una mujer término pidiendo que me practiquen lo mismo que ella.
Como lo dictamina la norma general, nada perdura, todo es impermanente y lo que le daba energía a lo que fuera que teníamos se terminó; nunca dejamos de jugar el juego de la provocación: yo el silencio, ella la vulgar franqueza, yo la inactividad, ella el abordaje directo. Éramos incompatibles en el rito y en el acto. Ella encontró a alguien y yo, por supuesto, sigo sin hacer nada, comprobando el don ad initio, pero esta vez con una misión: librar al mundo de mal amadas y mal amantes como yo.  

Ah, y por eso he dejado el café.

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