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Convocatoria séptimo volumen

 

Historia Corta - Bajo las aguas

Resumen

Durante su expedición, un hombre experimenta una extraña fascinación producida por las aguas de un río. Esta curiosidad lo obliga a acercarse cada vez más hasta al punto que se encuentra con la misteriosa criatura que ahí mora.

Palabras clave

Bosque, río, criatura, viaje, historias, hipnosis, horripilante.


En mi última excursión a un lugar cuyo nombre prefiero no mencionar por el temor que cualquier alusión me provoca, exploraba con desbordante alegría la senda que se trazaba gracias a las límpidas aguas del rio.

Aquel claro en el bosque era el lugar en donde se gestaban inagotables leyendas y relatos de muy diversa índole. No obstante, no había nada que me despertara temor en  aquellos instantes.

Ese día, en el que sin saber realizaba mi último viaje, descubrí cual chiquillo extasiado las impresionantes formas de vida generadas en las aguas turquesas del trémulo rio. La imagen me deslumbraba, estaba  preso de una especie de hipnosis por un motivo desconocido.

Luego de un rato de andar sin rumbo fijo, únicamente permitiéndome pasear por los senderos que el río trazaba, y maravillado por las impresiones causadas a mis sentidos, me tendí en la hierba húmeda, abandonándome por completo a un sueño reparador.

En esos dichosos momentos, mi mente adormecida vagó por lugares de extrema belleza, algunos conocidos en pasadas expediciones y otros por completo ignotos. En todos los sueños de los que fui participe esa tarde, se me presentaba una figura extraña, dotada de formas femeninas pero carente de detalles esenciales para constatar su humanidad. Extrañado por la perturbadora visión, abandone la somnolencia de un respingo.

Cuando mi mente aturdida fue capaz de hilar una explicación a mi paradero, me obligue a caminar nuevamente para desasirme del temor que me había infundido esa aparición.

Transcurrido un corto lapso, divise una formación rocosa que aparecía blanqueada por el sol. Aquello me invitaba a descansar. Y una vez convencido de que mis temores eran infundados, no tarde mucho en rendirme a ese influjo.

A un lado de mi hallazgo se extendían las aguas turquesa sin delatar el fondo. Mi curiosidad se extendió al grado de echarme sobre la piedra para distinguir el agua a detalle.  Ésta se encontraba en calma, únicamente agitándose por las ocasionales ventiscas. Los rayos de luz solar que reposaban sobre el rio abrían camino hacia el fondo.

Ahí, sobre las rocas blanquecinas, me hallaba torpemente al borde del abismo. Un movimiento en falso hubiera bastado para conocer mi fin en aquel lecho. Pero ante esa belleza encriptada, algo captó mi atención: De las profundidades, emergía una forma difuminada.  Se desplazaba cadenciosamente en una vorágine.

Tuve el impulso de huir, pero el miedo me anclaba a la tierra. 

Las aves comenzaron a piar a coro, siguiendo el ritmo impuesto por un extraño canto de orígenes desconocidos. Ese sonido logró evocar a mi mente los relatos  de aquellas criaturas acuáticas divisadas por Odiseo en su travesía. 

Mi mirada permaneció clavada en aquella figura ascendente. Los destellos iridiscentes que desprendía resultaban hipnóticos. Un terror infantil se había apoderado de mi imaginación. El ser era horrendo, pero no podía luchar contra la fascinación que me producía. Parecía llamarme, un impulso desconocido me empujaba, me invitaba a saltar.

El canto que inundaba el ambiente gradualmente se transformó en algo similar a un chillido ensordecedor,  consiguiendo ahuyentar cualquier otra forma de vida. 

Basto apenas un parpadeo para divisar a la criatura frente a mí. Era una forma humanoide de piel grisácea y profundos ojos amarillos que brillaban bajo el agua. Hizo un gesto invertible que me obligo a acercarme, aun preso de la fascinación que me producía. Entonces la abominable creación me asió del brazo con sus garras putrefactas, formando surcos en sobre mi piel desnuda. El simple contacto de su zarpa me repugnaba.

Luche por liberarme del horrendo ser, pero este poseía una fuerza infernal. Su rostro inexpresivo  no delataba ni un ápice de esfuerzo, mientras el mío se deformaba por el uso de toda la fuerza que era capaz de aplicar.

No pude oponer mayor resistencia y aquel monstruo termino por arrastrarme a las gélidas aguas igual que a muchos incautos antes que a mí. Sentí mi cuerpo arquearse por el contraste entre la temperatura del exterior y la de las profundidades. Las aguas, ahora turbias, deformaban la luz y el sonido que osaban penetrar en ellas. 

En aquel momento, retener el aliento era un auténtico martirio. El horror me orillaba a gritar, pues  decenas de ojos se posaban sobre mi cuerpo trémulo, que realizaba aun esfuerzos increíbles por escapar a la superficie. Un temor absoluto me poseyó en aquellos instantes; al fondo de ese abismo  pude divisar cuerpos hinchados con expresión hueca, esperando a que me uniera a ellos en la enfermiza colección de la criatura.

Aquella visión me petrifico. Mi mente quedo absorta con el hallazgo y no demoro mucho en abandonarse a las enigmáticas profundidades del río. Mi respiración ceso. El agua rápidamente se convirtió en un manto cálido que me arropaba de los ruidos del exterior. 

Mi cuerpo pronto se hundió en el lamoso fondo del rio y aun descansa ahí. Hinchado y putrefacto, con una extraña mueca torcida igual a la del resto. 

Por fin pude conocer el fondo de las aguas: un sinfín de cuerpos inertes, aparentemente sin vida y con los ojos abiertos, ya fijos y despojados de brillo, pero que aún pueden distinguir las aguas turquesas que se ciñen sobre nosotros.

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